El colombiano pasó por Buenos Aires y contó su conexión con nuestra música. "Crecí escuchando a Gardel y Soda Stereo", revela. Una charla íntima con el hombre que es sinónimo de éxito en América y el mundo.
Es una de esas grandes fiestas del ambiente discográfico. Algunas de las personalidades musicales más resonantes a nivel regional están presentes: Teen Angels, Miranda, Los Pericos, Emmanuel Horvilleur, Dante Spinetta y Calle 13 se pasean entre periodistas, musicalizadores, agentes de prensa, fotógrafos y camarógrafos. En este nuevo espacio en el corazón de San Telmo, que parece más una bodega que un boliche, suenan los últimos hits adolescentes a un volumen considerable, pero eso no basta para detener los gritos que vienen desde afuera. En la vereda de enfrente, decenas de chicas agolpadas alrededor del camión que trasmite en vivo los programas de la radio anfitriona, Los 40 Principales, emiten gritos de histeria cada vez que alguno de los músicos cruza el pequeño espacio entre el camión y la entrada del boliche. Cada artista se lleva su cuota de atención, pero hay uno en particular que absorbe la energía de cada uno de los presentes.
Cuando Juanes cruza la puerta, el resto de los invitados deja de existir. Y no es que su estilo sea estrafalario y su entrada triunfal, es que el colombiano lleva el peso de algo que en este ambiente vale oro: es una máquina de crear canciones pegadizas. En este momento es prácticamente imposible encontrar a alguien en Latinoamérica, de cualquier edad, que no pueda tararear al menos uno de sus temas, como "A Dios le pido" o "La camisa negra".
Vestido de camisa rayada, jeans y zapatillas, y escoltado por cuatro guardaespaldas, se abre paso por el borde de la pista. En pocos minutos, sube al escenario junto a cuatro de sus músicos y hace un repaso por todas esas canciones que lo convirtieron en uno de los compositores más respetados. En un formato acústico, mucho más sencillo que el que la estrafalaria banda de rock que lo suele acompañar, Juanes demuestra que no importa qué tantas luces lo alumbren y personas lo acompañen, bien podría arreglárselas solito en un fogón. Minutos después, aún aturdido por los gritos, el artista accede a hablar con 7 DÍAS sobre su conexión con la música argentina, su respeto hacia el público local y sus planes para el futuro.
-¿Todavía lo sorprende su éxito en la Argentina?
-Me sorprende lo que sucede con mi música en este país. Crecí escuchando música argentina y algunos artistas de este país marcaron mi inicio. Conozco a la perfección la música de Los Visconti, Carlos Gardel, Soda Stereo y Serú Girán. La Argentina es un país con una tradición musical muy fuerte y muy rica y gracias a mi padre, que era muy curioso, yo pude absorber esa información y usarla en mi música.
-¿Y cómo lo tratan los argentinos?
-Los que estamos en la industria musical sabemos que éste es un país difícil. Hay artistas a los que les costó muchísimo tiempo entrar a este mercado. Me atrevería a decir que es el más difícil de Latinoamérica. A mí me recibieron de una manera muy cálida desde el primer disco y eso sorprendió a todos. Cuando vengo y veo que a la gente le sigue gustando lo que hago lo agradezco mucho, sé que no todos tienen esa suerte. Yo hago algo que es muy mío, defiendo mis raíces y eso no siempre se entiende en otros países.
-De hecho, su nuevo disco se llama "Parce"...
-(Risas.) A eso me refiero. Parce es una palabra muy colombiana. La usábamos mucho en los ’80 para definir a un amigo, a alguien especial, por quien se siente mucho cariño y respeto. No sé si la usan tanto los adolescentes hoy (risas), en este país definitivamente no se usa, pero es una palabra que me gusta y es muy nuestra, de los colombianos.
-Además, su primer corte se llama Yerbatero...
-Claro, ése es otro buen ejemplo. ¿Cómo le dicen acá? ¿Brujo? El yerbatero es una de esas personas a las que uno acude cuando está mal de amores. Para superar el dolor, para recuperar a la pareja, para conquistar el corazón de alguien. Ellos preparan pociones, hechizos, recetas. Le indican a uno qué tiene que hacer para conseguir lo que desea. En Colombia se dice yerbatero pero existe en todas las culturas, entonces más allá del nombre que le demos, todos entendemos de qué hablamos.
-¿Usted tuvo que recurrir a yerbateros alguna vez?
-(Risas.) No, pero sí me han roto el corazón si a eso te refieres. Claro que me han roto el corazón y... ¡cómo! Es algo que agradezco haber atravesado, uno crece mucho cuando eso sucede. Pero incluso con los amores correspondidos uno sufre. El amor hace sufrir, y sufrir hace escribir buenas canciones, así que ¡bienvenido!
-Sus últimos tres discos coincidieron con la llegada de sus tres hijos. ¿Qué relación hay entre esos hechos?
-¡Es cierto! No me había dado cuenta. No sé qué relación hay pero planeo hacer muchísimos discos más y ya no más hijos, creo que con éste, el tercero, ya estoy.
-¿Recuerda cuál era su sueño cuando comenzó a cantar?
-Sonar en todas las radios de América. Ése era mi sueño. ¡Qué locura, lo logré!
-¿Y por qué piensa que pudo lograrlo?
-La música es mi pasión. Trabajé años por esto. Lo intenté duramente. Y luego, claro, vino la suerte, la suerte de que a la gente le guste lo que yo hago. En mi país, en Estados Unidos, en la Argentina y Dios sabe dónde más. Yo ahora cuido lo que creé. Es mi misión.
-El año está terminando, ¿cómo va a recibir Juanes el 2011?
-Desde Buenos Aires estoy partiendo a Nueva York donde voy a celebrar el Día de Acción de Gracias con las comunidades latinas, de ahí partiré a México y después a Las Vegas. A las pocas semanas me voy a España a tocar en la entrega de premios de Los 40 Principales y recién ahí regresaré con mi familia. Vuelvo a casa para las fiestas. No importa qué esté haciendo, es un momento del año donde me gusta bajar el ritmo y estar con los míos. No se me ocurre mejor manera para comenzar un nuevo año. Uno puede tener todo, pero si no puede darse esos pequeños lujos, es una pobre persona.
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