153 minutos. Aventuras.
Sexta entrega. Y eso que iba a llegar el año pasado. Primera pregunta: ¿por qué la demoraron tanto?
Ahora Dumbledore reclutará al profesor Horace Slughorn, quien al parecer tiene valiosa información para luchar contra Voldermort. Y será Potter quien deberá tratar con este nuevo maestro, además de luchar contra sus hormonas, pues Hogwarts está todo revolucionado por la efervescencia adolescente.
Siguiendo la propia tradición, entretiene; y aunque muchos ya saben lo que pasará, se deja querer; pero si buscas acción, acción y más acción, olvídalo, elige “Transformers” o “Terminator”, pues en esta nueva ocasión el énfasis en las peleas entre Potter y el mal se traslada a las historias amorosas, que ganan en protagonismo. De esta manera, nos encontramos con una versión de “High School Musical”, pero con algo de magia.
Jóvenes sufriendo y gozando, punto. Buscando un lugar escondido para darse un beso, o enojándose porque su “amor” anda mirando para el lado. Así, por ejemplo, Ron y Hermione juegan al tire y afloja con su atracción.
Y aunque un hecho terrible pasa y cambiará la vida de todos los chicos, David Yates, el director, trata de mantener a límite la oscuridad, y las hormonas se la comen; y aquí llega la segunda pregunta: ¿Estarán dejando el mejor escenario y más tenebroso para el gran final?, pues esta nueva entrega pasa rápido y te deja una sensación de que algo falta para maravillarte.
Un eslabón más bien deslavado, con un Potter, “el elegido”, hormonal tanto dentro como fuera de la pantalla. La adolescencia se viene en 87 copias con esta cinta basada en los escritos de la ya amiga J.K. Rowling.
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